LA CLAVE PARA COMPRENDER LO QUE ESTÁ OCULTO EN LA ESCRITURA
- Marcos Sanz
- hace 3 días
- 6 Min. de lectura
Saludos a todos. Hoy quiero que nos detengamos a considerar una pregunta que tal vez nunca se nos formuló con claridad: ¿por qué la Biblia fue escrita en símbolos, en parábolas, en relatos que parecen absurdos, contradictorios o fantásticos cuando se leen con la mente literal? ¿Por qué no está expresada de forma directa, clara y lógica, como un manual?
Y más aún: si lo que enseña en sus páginas es tan poderoso, tan transformador, tan capaz de liberar al individuo de toda dependencia externa, ¿no habría sido considerada peligrosa si hablase sin velos? ¿Podría haber sobrevivido intacta a lo largo de los siglos si dijera abiertamente que el poder de crear la realidad no está fuera, sino dentro de cada ser humano?
Estas preguntas nos llevan directamente al pasaje de 1 Corintios 2:14–16, donde Pablo nos da una clave precisa para entender no solo cómo debe leerse la Escritura, sino quién está capacitado para comprenderla. Y esa distinción lo cambia todo.
“Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente. En cambio el espiritual juzga todas las cosas; pero él no es juzgado de nadie. Porque ¿quién conoció la mente del Señor? ¿Quién le instruirá? Mas nosotros tenemos la mente de Cristo.”
Aquí se nos dice sin rodeos que la Biblia no puede ser comprendida desde la lógica ni desde la interpretación externa de los sentidos. El hombre natural representa ese estado de conciencia que ve la vida como una sucesión de hechos objetivos, desconectados del mundo interior. Para él, las promesas de la Escritura suenan poéticas, ingenuas o imposibles. Le parecen absurdos el poder de la fe, la eficacia de la imaginación, el llamado a asumir el fin cumplido.
Cuando Pablo habla de “las cosas del Espíritu”, no se refiere a objetos físicos ni a eventos externos. Estas “cosas” son principios, verdades, revelaciones y realidades invisibles que solo pueden ser captadas por una conciencia que ha despertado a su naturaleza espiritual. En los versículos anteriores, especialmente en 1 Corintios 2:6–13, Pablo contrasta la sabiduría del mundo con la sabiduría de Dios. Él dice que esa sabiduría fue revelada por el Espíritu y que los hombres naturales no la entienden. Esta sabiduría es exactamente el tipo de conocimiento que hoy está contenido simbólicamente en la Escritura. Por lo tanto, cuando menciona “las cosas del Espíritu”, está hablando de las verdades profundas que vienen del Espíritu y que luego fueron registradas, preservadas y ocultas en el lenguaje de la Biblia. Hablamos del reconocimiento del Yo Soy como causa, del poder creador de la imaginación, del Reino como estado interior, de la certeza que sustituye a la duda, de la conciencia como única realidad. Son verdades que no pueden entenderse con los ojos del cuerpo, porque no se ven, se perciben interiormente. Para el hombre natural, todo esto es locura. Para el espiritual, es la única realidad verdadera.
Pero el texto continúa:
“El espiritual, en cambio, juzga todas las cosas, pero él no es juzgado de nadie.”
Este otro tipo de hombre ha despertado. Ya no depende de lo que ve ni de lo que oye, sino que discierne espiritualmente. Reconoce que todo lo visible es solo una proyección de lo invisible, que el mundo externo refleja el estado interno, y que todo relato bíblico es simbólico, una guía para el viaje de transformación de la conciencia. Vive desde un principio interno, no necesita validación externa. Su juicio nace del conocimiento profundo de la conciencia y no puede ser medido por quienes aún observan desde los sentidos. Su visión no es compartida por el mundo porque no opera bajo sus reglas. Por eso no puede ser juzgado, porque su punto de referencia está más allá de la mente natural.
Y finalmente, Pablo afirma:
“Nosotros tenemos la mente de Cristo.”
Aquí está el secreto. La mente de Cristo no es una mente moral, ni religiosa, ni obediente. Es una conciencia despierta. Es la conciencia del Yo Soy, la certeza absoluta de que todo lo que el hombre asume como verdadero en su interior se manifestará. Tener la mente de Cristo es vivir desde la visión cumplida, es mirar con los ojos del final, es crear desde el acto de imaginar sabiendo que el mundo responderá.
Imagina por un momento una Biblia que dijera, sin parábolas ni figuras, algo como:
“Tú eres el creador de tu mundo. Todo lo que imaginas y asumes con fe se manifestará. Dios no está fuera de ti, sino que tú mismo eres Dios en acción cuando tomas conciencia de tu Yo Soy.”
Esa afirmación directa habría sido insoportable para imperios, religiones organizadas y estructuras que han sobrevivido precisamente manteniendo a las masas en dependencia, obediencia y miedo. El símbolo fue su refugio, su disfraz, su protección. Lo que estaba destinado a liberar al individuo fue presentado como un código, de manera que solo aquel que despertara pudiera acceder al poder sin pasar por el permiso de ningún sacerdote, rey o maestro externo. Si no hubiese sido escrita en símbolos, probablemente nunca habría llegado a nuestras manos.
Además, el lenguaje simbólico permite múltiples niveles de comprensión, y por eso la Biblia puede acompañar a un niño, a un sabio, a un creyente o a un místico en su camino, revelando algo diferente cada vez, según el grado de conciencia. Si hubiese sido completamente literal y evidente, habría sido reducida a un manual o a una ideología, y no habría tenido el poder de renovarse en cada lector.
Por eso Jesús no solo enseñó con símbolos, sino que advirtió que su palabra no era para todos, sino para quienes tuvieran “oídos para oír”. Lo que protege la enseñanza es precisamente su aparente locura para la mente lógica. El símbolo desarma al curioso superficial y abre el tesoro al buscador verdadero.
Sí, la Biblia escrita de forma literal habría sido considerada una amenaza. Pero escrita en símbolos, sobrevivió como el libro más leído del mundo, ocultando a plena vista el secreto más grande: que tú eres la imagen del poder creador, y que todo está dentro de ti. Solo el que despierta lo encuentra, porque la llave no está en la letra, sino en la conciencia.
La Biblia fue escrita en forma simbólica porque no está dirigida al intelecto del hombre natural, sino al espíritu del que ha despertado a su verdadera identidad. No fue hecha para informar, sino para transformar. Su lenguaje velado está diseñado para que solo aquellos que han pasado por un cambio interno puedan reconocer en sus historias, leyes y parábolas el mapa de su propia conciencia.
El simbolismo en la Escritura actúa como un filtro. Separa al que busca explicaciones externas del que busca revelación interna. La misma historia puede parecer un relato histórico para unos, una lección moral para otros, y un misterio divino para quien ha desarrollado visión espiritual. Por eso genera dos perspectivas que conviven en aparente contradicción: la literal y la espiritual. Para el hombre natural, esta ambigüedad es confusión. Para el espiritual, es revelación en niveles.
Jesús mismo hablaba en parábolas, y cuando sus discípulos le preguntaron por qué lo hacía, respondió:
“A vosotros os es dado saber los misterios del Reino de Dios, más a los otros por parábolas, para que viendo no vean, y oyendo no entiendan.” (Lucas 8:10)
Esto no es exclusión, sino protección. El simbolismo preserva la verdad del uso indebido por parte de una conciencia no preparada. El que no tiene entendimiento buscará certezas afuera, interpretará la Biblia como un libro de reglas o de historia religiosa, y se perderá en discusiones sobre hechos, fechas, o moralidad. Pero el que ha despertado comprenderá que cada símbolo apunta a un estado interno, y que el verdadero escenario de las Escrituras es su propia conciencia.
Así como el oro se oculta bajo la tierra y el tesoro bajo llave, la verdad se guarda en símbolos para que solo la sed verdadera la revele. El símbolo protege lo sagrado del uso profano, y revela sus secretos solo a quien ha dejado de juzgar por apariencias.
La Biblia fue escrita en símbolos porque habla del nacimiento de una nueva conciencia dentro del hombre, y ese nacimiento solo puede ser comprendido desde dentro. Por eso, para leerla correctamente, no basta con leer. Es necesario haber despertado a esta verdad.
Por eso, este pasaje no solo describe dos tipos de hombre. Está trazando la frontera entre dos formas de leer la Biblia. El hombre natural la ve como historia, el espiritual la reconoce como mapa interno. Uno busca fechas y eventos, el otro busca símbolos y estados. Uno espera que Dios actúe desde fuera, el otro sabe que el Reino está dentro.
Nada en la Biblia fue escrito para complacer al intelecto. Su lenguaje es un filtro y su sentido, un desafío. Solo el que ha dejado de leer con los ojos del cuerpo podrá entrar en lo que siempre estuvo ahí, esperando al que ya no duda. El resto seguirá discutiendo la superficie.
Marcos Sanz

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