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EL SECRETO DE LA PARABOLA.

Siento que las parábolas de la Biblia son, en muchos sentidos, las más sencillas de interpretar. No porque sean básicas o poco profundas, sino porque hablan directamente al alma a través de símbolos universales. Son imágenes que el corazón reconoce, aunque la mente no siempre entienda. Y a pesar de cómo están distribuidas sus palabras o lo confusas que parezcan algunas escenas, siempre hay un orden escondido en su estructura simbólica.

Ese orden responde a un principio espiritual que se repite en toda la Escritura: primero el hombre natural, luego el hombre espiritual. Por eso se nos dice: Los primeros serán los últimos, y los últimos, primeros.”

Este principio revela un código de interpretación fundamental: cuando lees una parábola, debes reconocer que lo que aparece primero, el personaje más visible, moralmente correcto o aprobado por el sistema, no representa al hombre despierto, sino al hombre natural. Y el que aparece después, el despreciado, el pecador, el rechazado, el olvidado es, simbólicamente, el alma que despierta, el verdadero heredero.

EL GRAN GIRO La parábola siempre voltea la jerarquía aparente. Y ese “giro final” no es para enseñarte moralidad, sino para mostrarte que el verdadero Reino no pertenece a la mente literal, sino al corazón transformado.

Por eso, el que interpreta una parábola debe respetar este código interno. No debe dejarse engañar por la forma exterior de los personajes, ni por lo que parece justo o injusto en términos humanos. La interpretación debe respetar el orden oculto del alma: el primer nacimiento es carne; el segundo, es espíritu. El primero vive por reacción, el segundo por imaginación.

El orden siempre será este:

El hombre natural (representado por el hijo mayor, el fariseo, el sembrador torpe, el primero en llegar).

El hombre espiritual (representado por el hijo pródigo, el publicano, el buen samaritano, el último en ser llamado).

Y ese orden no debe ser invertido, porque en él está el secreto de la transformación: el alma cae en el mundo del juicio, pero renace en el mundo de la visión interior.

Cuando entiendes esto, cada parábola deja de ser un cuento moral y se convierte en una revelación del drama interno de tu propia conciencia. Un abrazo. Marcos Sanz. "Un episodio de las Escrituras no es un registro de un evento histórico, sino una revelación parabólica de la verdad.”Neville Goddard, "Parábolas Reveladas" (1969)



 
 
 

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